El Colegio Don Orione de Posada lleva más de treinta años desarrollando un proyecto que aún hoy sigue siendo todo un éxito. Por aquel entonces se ponía en marcha una granja con cuatro o cinco vacas, que se han convertido actualmente en 87, con el propósito de enseñar un oficio a los alumnos y formarles para una posible salida al mundo laboral. Actualmente son catorce los muchachos que desarrollan las tareas de la cuadra, cultivan el huerto y cuidan a los animales. Hace poco menos de un año una máquina de ordeño llegaba al centro. 'El robot', como la conocen los alumnos, tuvo una complicada acogida pero finalmente ha contribuido al buen funcionamiento de la granja: les ayuda en el ordeño mientras ellos tienen tiempo suficiente para realizar las tareas auxiliares de limpieza o alimentación de las reses.

El director de centro, Aurelio Burgos, explica que «cada actividad promovida por el centro busca que los alumnos entiendan que todas las tareas que realizan van a tener una utilidad». Es por eso por lo que también existen talleres en los que realizan todo tipo de manualidades que después se exponen, e incluso se venden, en muestras como las que organizan anualmente la Asociación de Personas con Discapacidad Intelectual del Oriente de Asturias.

Limitaciones

La presidenta de esta agrupación, Pilar Conde, reflexiona sobre la escasa oferta de empleo que existe en la comarca oriental que, sumado a los problemas de desplazamiento con los que cuentan estas personas, «hace muy complicada la tarea de encontrar un empleo adecuado para el tipo de limitaciones con las que cuentan los discapacitados». Desde la asociación no se busca sólo promover el empleo sino «integrar a estos hombres y mujeres y enseñarles lo básico para que puedan defenderse en la vida con las labores cotidianas», concreta.

A estas labores cotidianas les acercan iniciativas como las de los pisos tutelados o los apartamentos 'respiro', donde se alojan, bien sea a diario o solamente durante los fines de semana, un amplio número de discapacitados. Estos asumen cierta autonomía que les permite hacer la compra, cocinar e incluso tramitar pequeñas diligencias en el banco, mientras sus tutores se toman 'un respiro'.

Estas entidades hacen de las actividades sociales y culturales la mejor forma de favorecer la integración y normalización de estas personas, que con la ayuda necesaria y la comprensión de la sociedad, continúan avanzando para romper todo tipo de barreras.